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Piso 21. Una experiencia con todos los ingredientes para ser contada

05.05.2017

Hace unos días vi en Facebook unas fotos de la celebración del aniversario de un amigo con su esposa. Fue una cena en Piso 21, el restaurante del Hotel Estelar Miraflores, ese brillante edificio que se erige entre las avenidas Benavides y Larco. Quedé prendado con las bellas imágenes y quise ir a conocerlo.

Primero, como hago siempre antes de visitar algún lugar, busqué en Internet. Al googlear Restaurante Piso 21, el primer resultado que apareció fue una oferta de Atrápalo con 31% de descuento. Era una cena romántica que incluía entrada, fondo y postre con show de piano en vivo. ¿Podía haber algo mejor? Los comentarios en la web eran muy buenos, resaltaban la exquisita comida y la belleza de los ambientes, así que me animé aún más.

El escenario se dibujaba perfecto y ya me imaginaba disfrutando la experiencia. Pero, ¡no podía ir solo! Qué triste sería cenar sin compañía. No me compliqué, el romance no es solo para enamorados me dije a mí mismo, y le escribí a una de mis amigas. Acordamos ir un viernes saliendo de nuestros trabajos.

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Un espectáculo para los sentidos.

Desde que llegamos a Piso 21, la experiencia prometía ser inolvidable. El responsable de reservas y atención del restaurante nos recibió cordialmente y nos condujo hasta la mesa para dos que nos había asignado. Era perfecta. Entre la amplia ventana y el hermoso piano de cola que resaltaba en el salón. El restaurante se ubica en el último piso del hotel, el veintiuno, y desde allí se aprecia una espectacular vista panorámica de la ciudad y su sin igual belleza nocturna. No fue ninguna molestia esperar unos minutos para ser atendidos mientras conversábamos observando los brillantes alrededores.

Un fresco Carpaccio de Salmón dio inicio a nuestra cena. Desde mi ubicación pude ver que la mayoría de mesas eran ocupadas por parejas. Mi amiga y yo estábamos en un restaurante creado para el romance. Siempre he pensado que hay muchas formas de vivir el amor. La más usual es teniendo una pareja por supuesto, pero, algunas personas, vivimos el amor desde afuera, como felices espectadores. En ese momento llegó el platillo de fondo, dándole un nuevo sentido a mi presencia allí. El Lomo crocante relleno de queso y vegetales al grill fue mi elección. Exquisito. Me gusta la buena comida y me encantan los lugares hermosos, así que no podía estar disfrutando más de esa noche.

Casi sin darnos cuenta, en medio de nuestras risas, un sublime sonido invadió el salón. Eran las ocho en punto y el pianista inició su artística faena. Si antes pensé que no podía disfrutar más, me equivoqué, el placer de esa noche tomaba una dimensión superior. Una versión acústica de Hello de Adele acompañaba ahora nuestra cena. Era mágico. Muy pocas veces había escuchado un piano en vivo, y creo que nunca tan cerca. Todos los comensales estábamos fascinados. Una vista hermosa, gastronomía deliciosa y ahora bella música. ¿Podía haber algo mejor?

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Amor en el aire.

El mozo que nos atendía se acercó a nuestra mesa para preguntarnos si todo andaba bien. Demasiado bien, le respondimos. El pianista volvía a deleitarnos con su música luego de un breve descanso y al mismo tiempo llegaban nuestros postres. Me apostaba a probar un Cheesecake andino con salsa de maracuyá, cuando de pronto un hecho demasiado llamativo me detuvo, y para que yo deje de lado un postre tiene que ser algo realmente llamativo.

En una de las mesas del centro del salón se presentaba la más romántica escena: una propuesta de matrimonio. Él, como debe ser en una pedida de mano que se respete, se arrodilló y la miró fijamente a los ojos. Entonces –mientras el pianista interpretaba una balada de Ed Sheeran– le hizo la pregunta que toda mujer enamorada desea escuchar: ¿Quieres casarte conmigo? Ella, emocionada hasta las lágrimas, le respondió que sí, y se fundieron en un eterno e inolvidable beso. Mi amiga y yo no podíamos creerlo. Nadie podía creerlo. Y estallaron los aplausos. Todos, absolutamente todos los comensales fuimos parte de esa escena de amor a más de 75 metros de altura. Yo ya los visualizaba en el altar, ya estaba pensando en el traje que usaría si nos invitaban a todos a la boda. Fue algo hermoso.

No pude evitarlo e indagué más sobre el mágico momento que acababa de presenciar. Los novios ya se habían retirado y me acerqué al encargado para preguntarle todos los detalles. Me contó que muchas parejas escogían Piso 21 para vivir momentos tan románticos como el que acababa de suceder, y que todos los colaboradores del restaurante fueron cómplices en la pedida. La joven había llegado con la idea de acompañar a su novio a una cena de trabajo y, cuando ella fue al tocador, los mozos se encargaron de preparar el ambiente para el inolvidable suceso. ¡Dios mío! Eso solo lo había visto en las novelas mexicanas de mi adolescencia.

Mi amiga y yo nos fuimos complacidos. Todo había sido perfecto esa noche. Los buenos comentarios que leí en la web no se habían equivocado, hasta se habían quedado cortos. Piso 21 es un restaurante con ambientes hermosos, exquisita gastronomía y, además, donde se respira amor. Sin duda esa noche viví una experiencia con todos los ingredientes para ser contada.

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